viernes, 27 de junio de 2008

Salmo vespertino




La rama se yergue, articulada,
desde el hueso nocturno,

savia bullente en sus venas,
pulposo estruendo descollante.
No parte alas de libélula en
espejos: su trisco es el quiebre
por el cual las flores pintan
sus bocas y atavían bulevares.
Hierba leve sobre las frentes,
al viento vespertino canta,
La amarga tormenta despierta
y llueve sobre las madreselvas,
bajo la tierra y el humus
sustancioso, fantasmales
hordas yerran plañideras,
su estridente llanto se
amarra al estridor del mar
embravecido que grita ardido,
a lo lejos las casitas pacientes,
y arriba, entre difuminados
nubarrones movedizos,
los ángeles tocan sus trompetas,
"Pater noster qui es in cælis..."
lágrimas de aguamarina caen
desde sus reinos en una
verticalidad hipervertiginosa
levantando polvo al caer.
Y a los arreboles sangrantes,
el Vicario Bajo Del Crepúsculo,
relumbrante como coronado.
Bajo la cúpula telúrica, las
legiones infernales irascibles
van inflamando el aire.
En las capillas los feligreses
realizan un rosario de la
corona franciscana, en los
camposantos los deudos
llevan flores a sus difuntos.
La partitura extática se violeta,
la notas golpean el piano cósmico,
criaturas de materia y ente,
ángeles y demonios se alzan,
la noche penetra por el Este.