viernes, 16 de abril de 2010

Bueno ya no me meto en la política para que no tiren una bomba en mi casa. Los últimos dos o tal vez tres años los he pasado escribiendo cada semana, a veces cada día, tratando de escribir el mejor poema de mi vida cada vez. Me siento agotado, en parte decepcionado de mi capacidad. Nunca pude lidiar con mis inseguridades y menos en época de tensión. ¿Ustedes se tomarían un sabático?


El último mito



Ante mis ojos en llamas el reconocimiento de la vieja Tragedia griega,
la delgada película arde con mis pensamientos en vilo, en Lemos los floridos
acantilados favorecen el parentesco por el cual la epítasis punza el destino;
círculos armónicos deshojan la vida mientras sollozo esta complejidad existencial,
mis lágrimas imitan a los acompasados olivos, comparten sus delgados tallos.
Yo dormí sobre un tablero de damas chinas, sobre algo podrido y subterráneo,
supongo que se trataba de un pájaro o mi propio temperamento endeble
parecido a la majestad de Dios. Me resistí al idioma de la invectivas, acusado por
mis mantos minerales, y ahora mírenme; me resistí al idioma de las garantías
esperanzadas cuyas palabras nos alquilan la vida, what the hell is the one
invaluable essence. A veces fui tomado por algún sabio inesperado y necesario,
aunque tras mi disposiciones empuñaba cierta gomosidad informe.
Culpas, inseguridades, ambiciones y preocupaciones, me parecía diluirme sin más.
Leía a Milton sobre los cielos deshabitados y en mis propias manos cerradas a
profundas mediaciones esenciales; mi verdad es acaso la verdad en constante

cuestionamiento como si existiera un tendedero propicio donde la humanidad
cuelga sus ropas limpias. Y si así fuera la relatividad no arrastraría estas palabras.
Noches color botella y cigarrillos con olor a noche larga, ay de mi suerte, por cuan
poco he traicionado mi sencillez para copular con indecibles perfeccionamientos,
tan lascivo como el corso montés. Por la orilla un mito, bastardo de la historia,

presta su fisonomía impecable a interpretaciones promiscuas.
Mi tiempo caduca, yo doblo la apuesta.