sábado, 7 de mayo de 2011

Fantasía apachurrada

Una granada explota en el convento de tu entrecejo,
sus tiras son cielos anillados sin palomas,
abertura en la sombra, cera de alegre mañana,
cómo mira el ojo aquel con su lacrimal
color barriga de estatua; me abrocho diez
carnosas, exprimidas extremidades
encorsetadas, se alifulgúra y estornuda la
arena haciéndose del color
de las hojas más melancólica del otoño,
sobre su órgano tajado, y vuelve al
desconcierto variopinto, primero
pulmonar azul de azures acuáticos, luego cigarrea
y el garraspeo en las patillas que trae
el motor hiperzumbadizo son gárgaras
de hierro marron y miel vertical.
Azúcares arlequinescas en sus narices
de traquea atorada por naranjada.
los trastos sucios con espuma de escamas.
Columpiando el rosa en el lila,
sus canillas se atornillan un drenaje,
donde queda la porcelana, el garabato
carnoso que ha devorado turqueza,
imitando a una serpiente, a una funda
de duraznos y nueces domesticadas.
Chilla la astilla fosfoamarilla mientras
mantiene una bocanada estacionaria.