martes, 2 de marzo de 2010

Una nueva mirada crece en la mirada*





Tal vez hayas oído acerca de la decisión que he tomado y puede que te parezca lamentable saber que por fin he asesinado al sujeto que conociste, aquel chico extraño que solía decirte palabras dulces para animarte. Puedes recordar la inesperada forma en que nos conocimos, y aunque todo avistamiento sea inesperado el nuestro lo fue en particular ¿recuerdas?, recuerdas que eras mi única conexión con el mundo real, ya que entonces como una balsa desatada me alejaba adentrándome en mi océano interior: Tomaba demasiado en serio el no haberme ido a los diecisiete, que fue cuando estuve más cerca, pero me enamoré y se acabó, y luego solamente fui un forastero que nunca se partió, que andaba buscando qué hacer con un problema en la voluntad que ahora es frecuente entre los adolescentes. Seguramente te dirás: por fin terminó de decepcionarse de las personas en general, y hasta de él mismo, que no repara en armar pleitos y ser grosero. YO ESTABA VACÍO, nunca pude valorar algo más que mi desencanto hacia la humanidad, eso duró mucho, hasta ahora arrastro daños colaterales si puedes notarlo. Aquella sensación de caño abierto, derramando una existencia inestimada, que al fin y al cabo parecía no encontrar una dirección correcta, bajo el árbol de los roles y deberes; hijo, ciudadano, hombre de bien. Encontrar un cauce para acomodar mi felicidad. Felicidad; nunca, como un santo, acostumbrado a ella, por el total egoísmo con el que brota en la común desgracia. Nunca tuve demasiados motivos para estar triste, mis depresiones se debían a mi actividad cerebral acelerada, nada que no puedan calmar los paliativos. Pero nuestro pacto era más que un mal funcionamiento, era el estigma por el cual me compadecía y me emparentaba con la desgracia, aunque desconocía la crueldad como sistema expresivo. Veintitantos años indeciso o evadiéndome con psicomiméticos, porque aún no había entintado hojas suficientes, pero la determinación intacta. Eso se acabó, tuve que dejar todo atrás, principalmente todo, y solamente Dios sabe cuánto me ha costado deshacerme de tales parámetros. Debes disculparme por ser así de radical, hice demasiadas promesas aventajando el próximo lustro y ahora las saco de mi vida como lastre, consagrándome a la muerte personal , que resulta un análogo factible. Y qué esperabas de mí, ¡YO NO SÉ CONSERVAR UN CORAZÓN! Las relaciones que en la mañana emprendí ya en la tarde no han dejado rastro, y desde afuera asemejan al nicho olvidado, no significan nada, NUNCA SIGNIFICARON NADA. Pero tú fuiste particularmente lo más preciado de mi tiempo, lo más cercano, lo más tangible; es por eso que al olvidarte un poco más siento que una parte de mi muere. Es terrible saber que el mundo nunca volverá a ser nuevo para mí, y puede que haya sido bastante viejo antes de mi nacimiento, más las impresiones como las aprendimos nunca volverán a ser las mismas.