miércoles, 7 de abril de 2010

Poetizar

El proceso es similar a quitarle la semilla a una ciruela o deshuesar una manzana, hasta cierto punto hay algo de sadismo al hacerlo, coger con las manos tus penas crudas que aún palpitan,
como una especie de arúspice y leer cuidadosamente en ellas los designios poéticos, es donde la conexión juega su papel más importante, a veces se te caen hasta las lágrimas, sintiendo con cuánta fidelidad te arrancas tus tristezas para lanzarte contra una hoja, mientras el bolígrafo se desboca, el corazón también se desboca, punzando la sensibilidad humana.También es como una suerte de venganza, rebelarse contra su melancolía y dinamitarse junto a ella, vencerla en su forma más susceptible, para que todos puedan apreciarla desnuda como una Lady Godiva por ese bosque sensible. Es precisamente lo que significa trabajar con tus emociones, compenetrarte tanto con ellas, vivir dentro del lenguaje de una manera particular y sentida sobre todo. Eso es exactamente lo que me preocupo por hacer, disolver mi corazón bajo el sentimiento de turno y abalanzarme sobre él para beberlo de golpe como el trago de la próxima noche, así es como escribo, me confundo con mis emociones hasta sentirme una palabra, una palabra inexistente que intenta definirse a través de muchas palabras en una sistema ordenado, una palabra tan racional que no obstante arrastra mareas enloquecidas, de ahí nace esa relación extraña entre las emociones, que no obedecen a ninguna lógica, sino que sufren su vulnerabilidad y debilidad, y el poema donde se justifican estas emociones veleidosas, sometiéndose a todo tipo de juegos armónicos y estéticos. Así que en cuanto una pena llame a tu corazón a golpazos, mírala fijamente a los ojos, hasta encontrarte dentro de ella, aborda una frase abierta y ,ambos, melancolía y poeta, han de disgregarse en palabras, como si se tratase de briznas de húmeda hierba.