jueves, 2 de septiembre de 2010

El segundero se sentó en el minutero y miró a la ventana




En setiembre murió por amor un sujeto
llamado destino,

petirrojos congregados lloraron en su pecho atravesado 
Su vida bohemia fue arrastrandolo al desboque 

finalmente halló un desenlace definitivo la noche del viernes 
Junto al él se enterraron otros desaparecidos 

un conjunto entero de interpretes de jazz
subieron al cielo musicalizando descargas
otro romántico existencialista pereció este año
siguiendo el envión de su caminoEnterraron también, entre otros a un angel 
Todas las paralizaciones sentimentales desataron
la turbulencia en una catástrofe sónica,
para secar hoyuelos en la violentada marea,
marea venida de millones de mundos,
fuego propagado a través de millones de estrellas.
En setiembre se suicidó por amor un sujeto
al desvanecerse su idea oscureció en gesto,
estuvo amarrado a un árbol fallecido bajo
las ambarinas estrellas en su solaz sideral.
Habíale pedido a los acordeonados cerros
le enseñaran la máxima voluntad
frente a sus oponentes, durante el otoño,
le pidió al viento recordarle siempre ser bueno,
al océano a luchar sin descanso por su pasión.
Mas una noche le brotaron piernas entaconadas
por los ojos y una devoción extraña abrió
una helada boca pronunciando voluntades
provenientes de otra noche, una cortada
por los sentidos rasguñando la adrenalina
hasta colorear colinas tan morbosamente,
cavando un vórtice en pleno delirio amoroso.
Tocaron pianos afinados por la fatalidad,
cubriéronse las horas de enmudecidos horrores,
el segundero habíase sentado en el minutero,
porque la hora siempre termina venciendo al tiempo.
La nada comía como un tractor deprimido el infinito,
una extrañeza hallaba formas desconocidas, el lirio
huérfano en la sombra perfumaba el enlutado cielo nocturno.