domingo, 5 de septiembre de 2010

Final feliz







Siempre he tenido una cuenta pendiente con ella que jamás pude cobrar por mi disparatado afán de montar una escena de celos, por si los sentimentalismos de las comedias románticas o los títulos fantasioso de las novelas, donde la suerte augura un destino presto
a mostrar una señal clara en el momento exacto, pudiera reconfortar mi mente dolorosa
 algo muchísimo más amplio que la sexualidad o las bajas pasiones recortadas por la libidinosa mente, confundido entre la noción del amor. Un juego propio del amor donde, puestas sobre la mesa ambiciones y expectativas, las personas se alianzan en mutuo acuerdo para caminar de la mano en busca de un fabuloso bouquet, cuyas flores estuviesen conformadas por un revestimiento de ojos color bonanza, en la ligera intuición que una razón merece. Las palabras, todas ellas y los detallismos afectuosos se encargan de efectuar la expresión de una anatomía susceptible, vulnerable y frágil. Es exactamente en aquella distancia donde hacemos las maletas o dejamos humear un café a las doce con cuarenta, trocleando los dedos a los días cuando los adolescentes empiyamados deshojan margaritas blancas. Podríamos volver a vernos y encarnar un encarnizado intercambio de diferencias para luego abrirlas con una necesidad siempre descubierta por el rigor del tiempo, nuevos arraigos menos encantados pero jugando siempre a la ruleta rusa con un revólver carnal, rozando la pura necesidad. Cuando se han apagado las luces y solamente los santones insisten en traer estrellitas para justificar sus instintos encendidos y arrojar su cuerpo gordo sobre aquella querida, medio borrachos e injustificables. Ella te toca la nariz para hacerte despertar porque en vez de chuparse el dedo prefiere chupar… unos tragos. (Con el paso del tiempo uno aprende a callar, a casi aceptar que eres un vago empedernido). Apaga el interruptor y tú te escondes ahora en tu silencio, diciendo que solamente hay refugio para uno, y ella te manda a contar hasta cien, mientras se besuquea con quien-jamás-sabrás, en aquella orgía paranoica cuasi psicótica con la que desvelas tus desencuentros.” Todo ha estado absolutamente bien. Vamos a una fiesta, que aunque no haya orquesta nos deshuesaremos divirtiéndonos , Siempre he admirado como cortas la carne al cocinar, hay un rasgo homicida entrevisto bajo el filo de tus pupilas. Encadéname a tus deseos, estoy despertando y hoy me toca perderme, mira como me tienes prendido al capricho vanidoso que hay en tu desnudez irresistible, quisiera tener tus encantos para envolverte para siempre y encontrar, después de tantas catástrofes y colillas medio fumadas por las dudas empanzadas de insomnio, un final feliz, que sea como satisfactorio definitivo. Siempre he tenido una cuenta y jamás pude pagarme su disparatado afán, le contaba a ese blando órgano que no me dejaba dormir bajo su bullicio.