martes, 6 de julio de 2010

Intriga

Buscando algo de flexibilidad, no estoy muy inspirado. No al plagio.


Volviste a aquel extraño momento, se expandía aquella mancha
de infidelidad con el sabor hondo y exclamaivo, nunca das razón
pero dominas el viento que denuncia la sombra de la culpabilidad.
Te vistes en mis consecuencias y giras una y otra vez, jugando
a desordenarlo todo, a lo lejos las puertas de la alborada se abren
y tú apareces ocultando las manos. ¿Qué has hecho con el motivo ahora,
ese que juntos inventamos, cuando tu piel florecía al olor de las margaritas
y nuestro amor crecía hacia su pubescencia? Líneas, líneas que
estiras preocupada por no conseguir nada, porque así es como sonríes
y traes en tu trayecto apresurado una fragancia alternada entre las
pestañas de la noche, la roja guerra, el gris olvido y todas las determinaciones
clamativas en tí hallan lugar para alimentarse con el puro fuego
de tu sangre. Volviste, te parece que nada hubiera ocurrido cuando te
ausentas y brindas espacio a una nueva profundidad emotiva.
¿Le has preguntado a la noche inmensa por el amor de tu vida
cuando la ventolina escarapela tus hombros descubiertos?
¿Has perdido el rastro de una estrella lejana mientras los ojos
se te llenaban de lágrimas? Cada gotita de cristal que cae desde tus ojos guarda
en sí una pizca de sal plañidera, caen al suelo reventadas y el polvo las saborea
Solamente obtienes lo que anduviste buscando, y sí, te amé, eras mi vida,
cuando enroscaba mis dedos entre tus cabellos a cielo me sabía la vida,
pero aprendí a encontrarte inmersa entre mis incertidumbres, si vas o vienes
con la noche y tus pasos resuenan, mientras yo, acodado en mis divagaciones
noctambulescas me trago los sinsabores ante una hoja que suele preguntarme
qué demonios hay de nuevo en esta continuada ópra oscura.
Cuando te visualizo algo en mí me inunda, es el epígrafe de un
capítulo releído, episodios escritos por la nada; comparto también mi
parte en la culpabilidad y pienso que tu guardas la otra parte de nuestras
vivencias, y pienso en las tardes con climas agradables enmarcando
agradables memorias y pienso en tus ojos que me reconocían dichosos
entre las demás personas y en tus labios combatiendo dulcemente
con los míos, con un sabor perdido hace tantas madrugadas y cigarrillos.
El paraíso perdido para el amor y para el alma, cuando amanece.