viernes, 30 de octubre de 2009

Insospechadamente








En sus palabras podía ver su rostro cuajado de dudas, su cabello color de la noche que lo alborotaba con un viento tierno e indiferente, ya no tenían objeto las inquietudes o las opiniones que a pesar de ser vanas le sobraban a mi pensamiento: nos habíamos perdido y me afectaba a pesar de haberlo esperado hace mucho como motor de mi próximo destino, siendo fácilmente predecible, desde las últimas ocasiones de vernos juntos evadíamos cuestionamientos necesarios que obstaculizaban nuestra confidencia. Entonces si uno espera la llegada del final, por qué me pregunto, por qué sentirse acabado por completo, acaso en el tránsito subconsciente de las decisiones que uno pone en práctica no se prevén las aflicciones espontáneas surgidas en la realización, tal como si uno fuera un pequeño mundo envuelto en su incomprensible clima, un dios desempleado sentado en ruinas. Maldita sensibilidad mía que me hace cervatillo por el bosque de confusiones presto a encontrar cualquier dosel alrededor de mi cuello que me atrape, para volver nuevamente a casa entristecido cuando hayan cesado los estragos que me cause su despedida sobre los estragos que ya me ha causado y saber que es la punta de un iceberg derretido a golpe de botellas sabatinas, no podía más que empuñar mis decisiones tejidas durante noches sin sueño en la oscuridad, mas volvían las ganas, de rogarle, de pedirle que me perdonara como lo había hecho en otras ocasiones, acaso, o temiendo, siempre temiendo un segundo brote de consecuencia que me haga vulnerable, quería rogarle como un abandonado que no tuviera más en la vida, ninguna preocupación que no fuera estar a su lado, y mi orgullo me hacía rabiar con autoreproches por la poca voluntad con la que contaba. Era cierto, había intentado una y otra vez ser feliz con ella y yo era como esos niños de Picasso que carecen de ojos, no aprendía o si lo hacía me dejaba llevar por la verdad del sentimiento. Estaba herido, estremecido, de por sí los músculos de mi rostro parecían requerir de una dominio mayor que normalmente, lloré, lloré y nunca lloro por cosas tan vanas, lloré por toda la calle mientras salía, apretaba los ojos y los labios, gruesas lágrimas brotaban por mis ojos con el mayor descaro ante la vista y paciencia de los transeúntes que eludía a paso ligero, después de todo era necesario, ella tenía otro, fue el cruel desenlace que eligió el destino para terminar con lo nuestro. Que imbécil había sido desde el principio, debí ser precavido, ser el menos herido es importante, lo es en momentos como este en que hasta el viento puede hacerte tropezar y te sientes burlado por la vida que Dios ha dejado caer dentro de ti, las lágrimas brotan con una facilidad excepcional sacudiendo mareas con oscuros sentimientos sordos y para siempre enterrados con una última lástima hacia lo que uno ha amado. Miles de niñas con su rostro marchaban hacia mi carcajeándose, un zoológico de confusiones gritando en voces dispares. Definitivamente había sido traicionado, no importaba con qué arrepentimiento lo tomase ella, la imaginaba riendo de la forma más presumida con su nuevo amante, la venganza dejaba un sabor metálico por mis labios, para que engañarme más, lo más seguro es que echaría la responsabilidad sobre mi con toda inseguridad. Soy un idiota, uno que siempre encuentra chicas que en vez de darle tranquilidad le traen más problemas de los que sostiene sobre su cabezota ya bastante pesada.
Cuan pocos momentos son memorables al final, su cabeza sobre mi pecho desnudo, sus dedos rozando tiernamente entre mis dedos y ahora esta terrible desazón de saber que no volverá a ser mía, después de haberlo sido completamente muchas noches.

Semana

Bien, ha sido una semana entretenida, he estado saliendo por las tardes y no he escrito mucho, hoy salí por la tarde, fué un día hermoso, ya estaré escribiendo más, ojalá mañana sea un día agradable como hasta hoy.