sábado, 17 de abril de 2010

Botellas

Yo quisiera hacer un libro que altere a los hombres (…) Antonin Artaud


Ah si mi libertad pudiera llevarse a cabo fuera de esta sociedad imperialista
donde el oro hace el don, donde la patria se nos presenta como
la tierra de las bagatelas y el espíritu ingobernable de la arena
rechaza el arte mayor
los arreglos florales o los jardines no tienen el aroma suficiente
para conquistar al mundo moderno


o pensar en hostales donde los cuerpos se devoran tras ventanas
en llamas y ocurren los más crudos descuartizamientos con herramientas
de la Santa Inquisición. Es la manera más saludable de figurarse el “Jardín
de las Delicias” bajo la experiencia de la conciencia-desarrollada
extenuada por luchar contra sus conflictos vitales; cuando las alamedas y
bulevares no asemejan a otra cosa que a desiertos de concreto
desmayando en la saliva. Por gracia de un intercambio conceptual
los impulsos vitales son los impulsos fatales, pero ante tanto
encarcelamiento inevitable y aborrecido, la cornisa de la muerte es tan
necesaria como su descenso progresivo hacia nuestra definitiva defunción;
por eso, allá a lo lejos los cementerios guardan una siniestra calidez de hogar.
Me encuentro desnudo, sentado en un círculo de hielo que no es otra
cosa que el ojo del yang, alrededor las aguas negras se extienden,
tan móviles y abstractas como un piélago donde no se avista el
emplazamiento y solamente despierta la extemporánea concepción de
localización. Sin embargo hay objetos familiares flotando alrededor,
parece nunca terminar de hundirse, televisores viejos, porta-retratos,
¿ dónde diablos se supone que deba construir un puente y con qué
especie mineral o especial estructura? La realidad abre sus alas hechas
con espejos para despertar a la fantasía en aberraciones ilusorias,
pero en el inconsciente, muy abajo, en los yacimientos palidecen
informidades, más abajo incluso de la inter-subjetividad semiótica,
reman en galeras pantanosas como las paletas abigarradas de Miró,
o emergen con la fuerza de dirigible o pez volador. Mis caracteres
genéticos en su ovillos protéico resaltan por especificación la marcada
diferenciación que reclama mi conciencia despierta, tanto porque no me
identifico con los andrógenos somatotónicos y porque mi inteligencia
musical requiere de mayores universos sonoros, así como la obra depende
del artífice,
Yo solamente requiero una balsa arrastrada por el alcohol a la cascada.
El fin de los tiempos se acerca, arriba los corazones, aunque seamos
desprivilegiados por nuestra época, sin trabajo nos sentaremos a rascarnos
los granos y entonces habrá una plena libertad interestelar, y habrá
tal grado de aburguesamiento que hasta podrán valorarme o quererme