miércoles, 28 de octubre de 2009

Cuando no hay qué decir y se dice algo

Si alguna vez fuiste para mí fue un tiempo demasiado corto, el enfrentamiento entre la suerte y la realización, una partícula de indecisión suficientemente advertible para cobrar fuerza inerte en el universo del avistamiento. Ahora le perteneces a él lo mismo que a los vientos y los demás elementos que acarician tu plenitud, agua, tierra, fuego, aire, el sonido del florecimiento que sube por tus muslos. No me perteneces aunque prefería lo contrario, no me perteneces y es bastante, aunque no lo sospeches, porque hay inquietudes que se pudren tras puertas oscuras mientras el dintel de luz deslumbra al pélago de tus ojos, lejanos.

Día

soltandome un poco


Un fantasma que abre y cierra las puertas, viste y calza, camina por la casa y busca pedazos de su ser por cada uno de sus pasos, Queriendo verse reflejado en la atención que le diga quién es, cómo se llama y qué se supone que debe hacer escribiendo en una hoja donde casualmente escribió que te ama tiempo atrás con deseos insoportables y ahora se deja caer para encontrar La substancia con la cual soportar el deseo que lo consume inevitablemente al igual que la más susceptible brizna hecha favila al beso incandescente. Encuentra mensajes en palabras tiernas mientras piensa y escribe al viento de la inspiración sus palabras disueltas en charcos muy plateados que parecen rayos x parpadeando, Extasiados, a su antojo, dominados por increíbles fulgores. Mas la mesa que sostiene mis codos es protagonista de esta rutina insospechada que entre estos muros ven volar los días con sus volátiles acciones conformando un canal predecible: el hombre resumido al espacio, un problema demasiado abstracto que envuelve mi vida y a veces la estruja. Trozos insostenibles de dolor, abandonen mi alma con el espantoso sonido que arrancan en lloviznas recalcitrantes y vuelen lejos, tras los deslumbrantes cuerpos nocturnos, hacia baldíos campos oro viejo.