martes, 17 de marzo de 2009

La chica de los dardos

Siempre lo mismo, una relación que empieza un poco al final.
Seguro no es culpa mía o en parte, por incomprensible.
En fin, ya encontré una tipología de percanses,
broncas, cuchillos, chinchones en la tranquilidad
y chicles pegados en la autoestima.
Tiempo, mucho tiempo de reflexión
escudriñando con dedo ocioso los puntos, que son pocos de verdad.
Esta audición es más bien un rodeo indómito, donde
salen volando las tripas en salsa roja.
La última, la de los dardos, tenía musgos espléndidos
tras los párpados y en la boca helechos cyan con gazapos morados
y repentinos cocodrilos entre alambres de púas y minas antipersonal.
De pronto yo era el transbordador Endeavor pulsando el botón rojo
al momento que su pupila obloga en una sensacional elipse
que devora el espacio como un agujero negro.

Así nos divertíamos localizando tormentas y llamándolas felicidad.