jueves, 2 de abril de 2009

Destino

pude conectar algo de mis conocimientos con la poesía, se desvía un poco buscando vértigo




A las seis de la mañana, cuando los muebles tambalean y el relente desmaya la vigilia, aún zumba moscardón mi pensamiento. En ocasiones creo haber edificado un estado de tranquilidad que constituye mi mejor momento creativo, pero cuando los desprendimientos apremian, vuelvo a palpar torreones que los inviernos cavaron ha mucho. Entonces pienso que no puedo continuar demasiado tiempo. El paraíso creativo tiene por motor un infierno persecutorio. Ahí esta el péndulo hebreo, yo el zahorí buscando agua u oro-luz gótico pero que sea ambrosía sensorial, y no la grasa-ceniza-nieve del tiempo perdido. Contemplo el desierto quemado marcado de innumerables huellas entintadas. Es como si cada glóbulo rojo estuviera imantado hacia el punto cardinal del medio del vacío. La realidad tiene inclinación de cuarenta y cinco grados por la desgracia, tal como lo puntualiza la primera noble verdad, el zarpaso de la epítasis de la tragedia griega. Nosotros, inocentes, intentando comernos universo los ombligos, mientras la tijera masturbatoria de Atropos crispa mi Antakarana. El loco predicando el apocalipsis, el último jadeo tubular del tiempo. Y el mismo Visnú descendiendo en una visión recalcitrante, por los calllejones ahuecados de constitución. El desdoblamiento de la dicotomía del espacio total con la luz definitiva. ...Necesito más tiempo, por favor, por favor...

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