Karmeado, tristón, a pocas semanas de mi onomástico (maldita sea un año más viejo, se reduce mi posibilidad con las chibolas) encima ni siquiera ensayamos, todo va mal, tengo la sospecha que esta noche sera larga. Llegar hasta la extremidad de la meditación para saber qué se aprende y qué se volvió a repetir. No sé si es peor dejar de confiar o saber que las cosas no te convienen, las cosas estan saliendo mal, me debo estar equivocando en el último toque, en fin, aquí algo que escribí bajo el efecto de antidepresivos:
Tres pastillitas rojas y ya estoy pensando en la coreografía triple de los quarks rojos, verdes, dulces, ácidos y los leptones pálidos que no saben bailar. Dentro muy dentro del aire, se agolpan a codasos, como los pasajeros de las ocho en los micros. Millones de pececillos pican los orgones de la vida, un cardumen eléctrico de neones tetra, de fieros bethas o pirañas turbando el lente cristalino del ojo con sus chisporroteos, primero rojo, luego anaranjado y el amarillo, el verde y el azul vienen delante del atolondrado violeta. Maratón de colores tropezando entre cacerolas regadas de la paranoia. El infierno de Adolfo Hitler, el infierno de Adolfo Sax, estas lenguas vertiginosas que penetran por los oídos hasta lamer con premura el hemisferio izquierdo, el derecho, el lóbulo frontal. Esas trompas enloquecidas de ballenas desholladas hincan los tímpanos con estalactitas de hielo al rojo blanco. Retumbando, retumbando, el helicóptero en despegue entre la abigarrada sinuosidad salmón-coral, se le han incrustado todos los descabellados nervios (es mi amigo imaginario llamado neurosis). Lo que se desinfla es los que resuena como un agujero de gusano que atraviesa la Vía láctea hasta Alfa Centauro con un resonancia que trisca todas las texturas de las estrellas, como el rugido soprano de una masiva fusión atómica derribando mil millones de palitroques-mundo en el perimetro. Como un cuadrado blanco bailando dentro de un círculo negro, como un condenado amarrado de cabeza al péndulo de un reloj en el vacío abisal, despellejandole el cerebro y el corazón quiere ser ancla, ¡quiere ser ancla! Ahora siente, siente el concierto viscero sensorial, Coleman esta tocando tu corazón, inflando y desinflando las faunas de Miro, padeciendo la trasmutación del placer etéreo, stereo. El desprendimiento ingrávido de los conceptos desdoblandose de las palabras, sólo onomatopeyas jamás advertidas por un ser vivo, coscorrones multicróicos. Estas volando conmigo.
domingo, 12 de abril de 2009
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