sábado, 27 de junio de 2009

Paisaje de una tarde fría

Esta fría tarde escupe sobre los rostros
su aliento empañado con tal insistencia
y sin mayor objeto que tiznarlo todo.
Las personas arropadas como muñecos
deambulan entregadas a su quehacer habitual
y garlan para calentar la propia tarde.
Yo apenas puedo reconocer un perfil
de arena desvanecerse entre las manecillas
del reloj. Sentado frente al tocadiscos
como frente a una chimenea ardiente
me cuesta preciar como materia inocente
este tiempo frío que a mis labios
constituye la espuma sucia del océano
temporal, expulsando los objetos rotos e
inmundos que arrastró en su molino,
válidos únicamente para la memoria.
La bocina desenvuelve su melodía que
inundando el habitáculo va inundando
mi angustia, mi nombre quema
la conciencia, sucio de culpa,
como un adarce sellando los párpados.
Cuerpo, bien puedes ser el vaso de
sacramento donde el alma retoza lánguida.
Mas el espíritu que poseo poco se manifiesta
más que al sentir el aletazo magullado,
mostrando desde una flor el horizonte.
Perdido en una ciudad llena de puertas
cerradas que en la lejanía la mar azota,
voy adentrándome a mi propio piélago.

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