domingo, 4 de octubre de 2009

Clases de llanto

Bueno la idea de éste poema nació de que siempre pensé que los poetas peruanos vivían a la sombra de los heraldos negros de Vallejo, así que me obsesiona superarlo a pesar de ser un poema insuperable sobre dolor humano. Pero hice la prueba y ya ven, me falta poco.






El llanto de los niños es blanco y presto a desbordarse, como
el rocío que al breve zarandeo de la magnolia desliza
por el cáliz; cualquier nimiedad lo desata por los
espacios, despertando en los corazones el servicio, de saber
que un indefenso sufre por algún inconveniente,
pero este llanto diáfano como manantial antecede
las palabras que sirvan para satisfacer las pulsiones,
es el primer sistema de superviviencia cuando aún no
es posible aprehender los conceptos a través de un sistema
mejor elaborado, por lo tanto inocente de cuanto lo
envuelve aún después de los primeros pinitos continúa
siendo puro entre los campos lozanos y los campos de
fantasía.



El llanto de los adultos en cambio es escaso, proviene de
regiones frías a través de canales labrados sobre la roca
más dura por obra de las vivencias, es amargo y pesado
pues esta convencido de la inutilidad que su escandalo
representa frente a los hechos permanentes que lo desatan
después de mucho tiempo estar contenido y hiere a su
paso las entrañas con su sal de impotencia. Impotencia
que se trasmite a quien lo admire, pues cuando un humano ve
a un semejante llorar, sabe que su llanto es causado por
un motivo de verdad doloroso y muchas veces irreversible,
que nada puede hacer éste por aplacar su llanto por
conmovido que se halle ante tal menester más que ofrecerle
algunas palabras de aliento, esas que suelen decirse aún
sabiendo de su poca ayuda, cuando lo mejor es
dejarlo sacar de sus entrañas aquel fuego líquido
que corroe sus venas y ahoga su respiración.


Por eso cuando una madre oye llorar a su niño acude en seguida
para cuidarlo de este mal que ha de perseguirlo hasta la muerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario