lunes, 3 de septiembre de 2012

Aceptil

Quise escribir teniendo como punto de partida la fealdad de la que hablaba Dalí.

Dormía en la maletera de un Volkswagen destartalado,
entre la chatarra y los platos con residuos de anchovetas,
envuelta en un velo nupcial con quemaduras de cigarro,
su refugio de aceptil rojo y lejía.
Ojos verdes como las olas de La Herradura
boca calcinada por las vulgaridades.
Siempre mirándose en ese espejo polvoriento, donde
se asfixiaban sus gestos de lujuria y locura.
Bebía cognac barato en un tacón rojo
que le recordaba sus años de reina fatal
por las calles de Wilson y Jirón Cailloma
esas madrugadas en que satisfacía la lujuria
de oficinistas y obreros por igual
sintiendo la húmeda temperatura de la esperma
 y la sangre acelerada.
Un tatuaje en su cintura delataba el nombre
del maldito amor que la vendió
como un revolver sexual entre babas y gemidos.
una noche de Agosto no se fue a dormir temprano
la el viento ya no traía entre la brisa marina
el olor empapado del puerto,
esa noche se ahorcó con sus pantimedias,
para no volver a oír su nombre nuevamente. 

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