1
Las patitas mecánicas del reloj
son como pezuñas de monstruosas bombas
siendo pacientes como corbatas.
Y viendo los retratos, fotografías
que dan fe de su crúor nos da
la ventana la oscura claridad
de un contraluz.
2
Un momento es por teoría un lugar, el ángulo
que trágicamente descuentan las manecillas
del reloj a trote de pájaro, vuelta a vuelta,
ocultando tras las magnolias su sombra
falciforme. Así es la naturaleza del tiempo
siempre nos esta echando su tumulto encima
mientras nosotros como alta proa que en la
noche corta el oscuro oleaje, apenas sentimos
el efluvio rozar las yemas de nuestros vigorosos
dedos soñadores. Sabemos que su tren llegará
más lejos que la estación que nos aguarda y
con nuestras pertenencias bien dobladas
en apenas una maleta nos aferramos a la
charca jalde, confiando obtener buen zumo
de la vieja naranja, un verdadero cáliz.
3
El tiempo es mucho comparado con nuestro
álbum interior pero vale la pena tal brevedad
pues arbitrariamente lleva a confluir
las condiciones dándonos un deleite inestimable
en ocasiones, como cuando al inicio del estío
te quitas los zapatos para sentir la arena cálida
al persistente susurro marino e inesperadamente
sientes al mundo manar la misma melodía
que tu cuerpo canta bajo la brisa crepuscular.
O cuando un hincón de miedo dilata tus ojos
ante el silencio de la persona que amas y tras
comprobar la suavidad de su rostro el beso
te incendia llevándote al mismísimo centro de la
felicidad y una dulce lágrima asoma a la borda de tu ojo.
sábado, 4 de julio de 2009
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