
El fin de semana me compré ocho libros, no tenía nada que hacer, el Domingo me leí dos libros, ayer estaba por acabar el tercero cuando más o menos a las nueve me dieron ganas de escribir, no lo pude evitar, así que escribí y escribí, no podía detenerme, dicen que soy el nuevo mito, nada de eso.
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La molécula despertó en su estructura ardua para autocrearse
a condiciones mayores: piedra o árbol, mar o montaña.
El afán no ha sido favor en absoluto,
cruzar el horizonte deslumbrante a la hondonada es tarea de
pájaros y lustrosos rayos de sol.
Imperfectible sueño en ascenso y humana mirada anteceden
el semblante que trae consigo cada hombre desnudo para
encararse con el tiempo como con un alto muro que acusa
en su talla el color del misterio difuso, prestado de la misma muerte a los ojos junto al ver.
Escatologías se tienden hacia lo alto, desafiando el campo gravitacional, lanzan invisibles escaleras fractales hacia
lo que parece ser el cielo pero a más de treinta kilómetros,
quizás es al sol adonde se dirigen: Imaginan ahí un
reino propicio para descansar por vez última, el aire y
el mar aquí abajo no son suficientes para sus tambores.
Yo permanezco en mis manos ante la sangre vertida con que
se pule los ideales de nación : canciones de día de la independencia; alguna vez porté un máuser, prefiero creer que fue un sueño.
Nunca he querido cosa parecida.
Llegar a tiempo es lo que deseo en realidad sobre esta víspera que se llama vida, en la cual no estoy seguro de saber lo que espero por su orilla más lejana.
Inmensas cúpulas de pensamiento en manso de clérigos y por favor de Aristóteles han encontrado un estrato creacional que llamamos ciencia ahora figurado como un andamio de velocidad que sirve de eje al mundo moderno.
He descubierto que mi mayor preocupación consta de tener un cerebro perfecto el tiempo suficiente para usarlo con virtud como cada persona nombrada especialmente en la historia.
Es mi ideal de sosiego y lo más probable es que solamente busque justificarme como todo neurótico iniciado en Nietzsche,
pero es todo lo que me apetece siendo consecuente, ordenar mi comprensión como quien ordena una habitación muy pero muy grande.
Tarea digna de una vida.
Mucho tiempo anduve sediento, buscando mi reflejo en las cosas que me rodeaban y pretendiendo un pensamiento correcto,
fruto de mis propias experiencias y particularmente mío,
ahora sé que lo más apropiado es obtenerlo de algún libro prestigioso, no forzar el instrumento filosófico hacia catástrofes razonables que se agotan junto a proclamas inmorales.
Cien mil años no transcurren sin trabajar la última parcela del inconsciente colectivo, sobre todo cuando se cuenta con tipos como yo, empecinados en absorber la vida hasta la máxima capacidad que un hombre pueda abarcar.
Peculiar e imperturbable avanzo sobre mis progresos intelectuales, soy frío la mayor parte del tiempo en comparación con la demás gente que me rodea y trágicamente estoy rodeado de gente que poco entiende mi consigna, yo continuo lentamente, no hay que ir demasiado rápido tampoco, queda mucho tiempo por utilizar y es menospreciable perder el juicio desde ahora, si algo he aprendido durante estos largos años es a se paciente, como la piedra que a su tiempo es agua.
A veces un amor se posa sobre la atención de mis días, se coge lo que ofrece la primavera de este amor para dejarlo pasar antes de que sea un inconveniente a su próxima estación de reproche.
Es incesante este karsati como una lavaza del océano de la frustración e impotencia, que enloquece a quienes sufren a causa de la dukkha.
Veo a los trabajadores descostillarse por bienes menores pagados a plazos mientras los dueños ven crecer los ceros en sus cuentas bancarias vacacionando en El Caribe; felizmente dichas bestias de labor están más ciegas que yo, que contemplo sus miserias y establezco las comparaciones entre la vida y la muerte, ambas amantes insospechadas.
Soy completamente un hombre, voy adonde me place sin temor alguno y de regreso es madrugada mientras mis pisadas resuenan por las calles vacías; sin embargo aún queda en mí un pequeño temor: quisiera ser tan libre como aquel que puede dejar toda su vida en el lugar menso propicio y sentir regocijo.
He pasado el primer cuarto de mi vida descondicionándome en busca de aquella libertad tan añorada, la thelema ¿acaso existe para el hombre designio más sublime que darse a sí mismo la soberanía que se dan los pájaros sobre los vientos?
Lo que queda por delante es una fortaleza pesada en momentos diversos que debo necesariamente transformar en virtud, saber poco me entusiasma a continuar con mi aprendizaje perpetuo; sendero empinado por donde las gratitudes resuenan justo cuando han de ser secundarias.
Hablar en infinitivos ha sido un problema frecuente sobre mi voluntad malgastada en sueños ociosos de alcanzar aquella trascendencia digna de una vida de búsqueda vana e inoportuna.
Pero esta sed, que por tiempos parece ser todo, continúa latente bajo el manto de disposiciones trascendentales, hurgando mi sangre con insistencia y esa rompiente dolorosa es el declive por el cual mis titubeos derivan hacia la abulia cuyos bordes borrosos disuelven momentáneamente mis sinsabores.
caer y levantarse es menester.
Esta sed, esta sed es la que hace boquear a millones de personas
indistinguibles en ademan de respiración dificultosa a través de días completamente grises que callan con la madurez del tiempo,
esta sed que nunca deja el planeta, asechando temporadas de sumo desencanto y que se presiente en los umbrales y en las ventanas de los edificios, mientras regresa con la prisa de volver a casa y sentarse a ver un programa entretenido y olvidarla por un momento siquiera.
Sed-entarismo riguroso que domina nuestras vidas en ciudades que se sustentan por sí solas, a través de décadas cada vez más apretadas y sordas ante los dubitativos corazones estrujados por complejos y prejuicios adquiridos en la interdependencia y que por obvias razones han causado nuestra inhibición; mientras el escáner biológico sigue fecundando la materia con insistencia y la adolecida muerte por su parte cavando fosos en el crudo espectáculo de la existencia.
Me contemplo a mí mismo lejano y pensativo, la sed sobreviene, a veces tiene los rasgos de alguna de ellas, a veces tiene mis propios rasgos…
La molécula despertó en su estructura ardua para autocrearse…
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La molécula despertó en su estructura ardua para autocrearse
a condiciones mayores: piedra o árbol, mar o montaña.
El afán no ha sido favor en absoluto,
cruzar el horizonte deslumbrante a la hondonada es tarea de
pájaros y lustrosos rayos de sol.
Imperfectible sueño en ascenso y humana mirada anteceden
el semblante que trae consigo cada hombre desnudo para
encararse con el tiempo como con un alto muro que acusa
en su talla el color del misterio difuso, prestado de la misma muerte a los ojos junto al ver.
Escatologías se tienden hacia lo alto, desafiando el campo gravitacional, lanzan invisibles escaleras fractales hacia
lo que parece ser el cielo pero a más de treinta kilómetros,
quizás es al sol adonde se dirigen: Imaginan ahí un
reino propicio para descansar por vez última, el aire y
el mar aquí abajo no son suficientes para sus tambores.
Yo permanezco en mis manos ante la sangre vertida con que
se pule los ideales de nación : canciones de día de la independencia; alguna vez porté un máuser, prefiero creer que fue un sueño.
Nunca he querido cosa parecida.
Llegar a tiempo es lo que deseo en realidad sobre esta víspera que se llama vida, en la cual no estoy seguro de saber lo que espero por su orilla más lejana.
Inmensas cúpulas de pensamiento en manso de clérigos y por favor de Aristóteles han encontrado un estrato creacional que llamamos ciencia ahora figurado como un andamio de velocidad que sirve de eje al mundo moderno.
He descubierto que mi mayor preocupación consta de tener un cerebro perfecto el tiempo suficiente para usarlo con virtud como cada persona nombrada especialmente en la historia.
Es mi ideal de sosiego y lo más probable es que solamente busque justificarme como todo neurótico iniciado en Nietzsche,
pero es todo lo que me apetece siendo consecuente, ordenar mi comprensión como quien ordena una habitación muy pero muy grande.
Tarea digna de una vida.
Mucho tiempo anduve sediento, buscando mi reflejo en las cosas que me rodeaban y pretendiendo un pensamiento correcto,
fruto de mis propias experiencias y particularmente mío,
ahora sé que lo más apropiado es obtenerlo de algún libro prestigioso, no forzar el instrumento filosófico hacia catástrofes razonables que se agotan junto a proclamas inmorales.
Cien mil años no transcurren sin trabajar la última parcela del inconsciente colectivo, sobre todo cuando se cuenta con tipos como yo, empecinados en absorber la vida hasta la máxima capacidad que un hombre pueda abarcar.
Peculiar e imperturbable avanzo sobre mis progresos intelectuales, soy frío la mayor parte del tiempo en comparación con la demás gente que me rodea y trágicamente estoy rodeado de gente que poco entiende mi consigna, yo continuo lentamente, no hay que ir demasiado rápido tampoco, queda mucho tiempo por utilizar y es menospreciable perder el juicio desde ahora, si algo he aprendido durante estos largos años es a se paciente, como la piedra que a su tiempo es agua.
A veces un amor se posa sobre la atención de mis días, se coge lo que ofrece la primavera de este amor para dejarlo pasar antes de que sea un inconveniente a su próxima estación de reproche.
Es incesante este karsati como una lavaza del océano de la frustración e impotencia, que enloquece a quienes sufren a causa de la dukkha.
Veo a los trabajadores descostillarse por bienes menores pagados a plazos mientras los dueños ven crecer los ceros en sus cuentas bancarias vacacionando en El Caribe; felizmente dichas bestias de labor están más ciegas que yo, que contemplo sus miserias y establezco las comparaciones entre la vida y la muerte, ambas amantes insospechadas.
Soy completamente un hombre, voy adonde me place sin temor alguno y de regreso es madrugada mientras mis pisadas resuenan por las calles vacías; sin embargo aún queda en mí un pequeño temor: quisiera ser tan libre como aquel que puede dejar toda su vida en el lugar menso propicio y sentir regocijo.
He pasado el primer cuarto de mi vida descondicionándome en busca de aquella libertad tan añorada, la thelema ¿acaso existe para el hombre designio más sublime que darse a sí mismo la soberanía que se dan los pájaros sobre los vientos?
Lo que queda por delante es una fortaleza pesada en momentos diversos que debo necesariamente transformar en virtud, saber poco me entusiasma a continuar con mi aprendizaje perpetuo; sendero empinado por donde las gratitudes resuenan justo cuando han de ser secundarias.
Hablar en infinitivos ha sido un problema frecuente sobre mi voluntad malgastada en sueños ociosos de alcanzar aquella trascendencia digna de una vida de búsqueda vana e inoportuna.
Pero esta sed, que por tiempos parece ser todo, continúa latente bajo el manto de disposiciones trascendentales, hurgando mi sangre con insistencia y esa rompiente dolorosa es el declive por el cual mis titubeos derivan hacia la abulia cuyos bordes borrosos disuelven momentáneamente mis sinsabores.
caer y levantarse es menester.
Esta sed, esta sed es la que hace boquear a millones de personas
indistinguibles en ademan de respiración dificultosa a través de días completamente grises que callan con la madurez del tiempo,
esta sed que nunca deja el planeta, asechando temporadas de sumo desencanto y que se presiente en los umbrales y en las ventanas de los edificios, mientras regresa con la prisa de volver a casa y sentarse a ver un programa entretenido y olvidarla por un momento siquiera.
Sed-entarismo riguroso que domina nuestras vidas en ciudades que se sustentan por sí solas, a través de décadas cada vez más apretadas y sordas ante los dubitativos corazones estrujados por complejos y prejuicios adquiridos en la interdependencia y que por obvias razones han causado nuestra inhibición; mientras el escáner biológico sigue fecundando la materia con insistencia y la adolecida muerte por su parte cavando fosos en el crudo espectáculo de la existencia.
Me contemplo a mí mismo lejano y pensativo, la sed sobreviene, a veces tiene los rasgos de alguna de ellas, a veces tiene mis propios rasgos…
La molécula despertó en su estructura ardua para autocrearse…
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