El tiempo siempre está maduro, la pregunta es para qué. François Mauriac
El cielo herido profundamente hace caer los días,
contra el alba el poeta, le trajeron los ideales mensajes solemnes,
y la calma, creciendo, música que los atabales encomiendan,
sed de victoria, sed limpiando la mente y el cuerpo con sales nativas.
Cuando retroceden en un repliegamiento las blandas olas,
el callejón con bocanadas acres se hincha,
y contrapuntea el reloj unas notas, orlando la avenida,
los amantes nutridos por reales deleites habitan la memoria
de aquellos que empuñan el máuser limpiando el azur
a sus progenituras, el viejo tictageo, antes fue campana
y el sacristán solía puntualizar su escandalo
devorando la cuidad, en un rumor tempestivo.
Ya carga el río, trayendo a las orillas guijas compactas,
ellas giran en su caudal hasta donde son más duras
y menos fáciles de derribar, así se encajas los
pensamientos libertarios envueltos en pueriles vientos maternos.
viernes, 15 de octubre de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario