miércoles, 1 de diciembre de 2010

XII


Maquina hostil, inflamaste la hernia laboral con tu
jerga maldita del número impreso sobre rúbricas importadas de hiriente matematica.
Ciudad incesante, incineraste gente desnuda
en una olla de humo y de sombras
cuando todavía gateaba el rasgo de la modernidad 
sobre cartones de estudio fosilizados 
Ojo tuerto por acusación de nuestro pueblo, arrojandonos por turnos
bombas de harapo al vecindario mundial, 
Estruendo de cañones que suenan como una musica ratonesca y suicida
condimento
rojo incierto para diabéticos espirituales, amaestrando
sus regañadientes a su forma insuficiente, los cuencos donde
lyace el cadáver desfigurado, desazón neuronal de vacas
demagogas, cerdos voladores, galgos nadando en imposibles,
aún se pudren las estatuas, envestidas por palomas y excrementos,
cuando la mirada optimista atora el concierto coral,
las aldabas tributarias enterraron vivos a los comerciantes.
Dulces deseos de muerte laboral sin comerciar
el beneficio parido al maltrato de tiempo crudo,
Gripe cultural enfrentandose a un aliado digital en
posesivos registros cívicos, mientras la calamidad con sus
ruidosos entrecejos borda sus lágrimas contenidas con
estrépitos lesos, alfabetos mentirosos empastando
rotativas por sus hilillos manipuladores, falsos
partidismos con intereses vivos agusando propuestos
planes aprobados. Caos gris por los procesos concisos carentes
donde ladra la paloma mensajera del supuesto cambio
a sus seguidores con crobatines del siglo catorce.
Condiciones perdieron sus caminos hacia la participación
fundamental, relegando el alma comunitaria a su suerte.

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