Doblemente sentado en esta doble extrañeza
tentaculado, grasiento, disperso
y el latido también pedido dos veces.
Las glándulas se retuercen
como renacuajos,
apanadas en el más insolente tedio.
El remanente calizo en los ojos
habla de una lágrima, de la galga negra
que un acantilado hembra dispuso
en la apoteosis de su obscenidad.
La obscenidad de los gusanos
devorando sin piedad la flor carmesí
martes, 10 de febrero de 2009
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