Te volviste necesaria para mi felicidad al tiempo
que me perdía en tus ojos.
Siempre esperé enamorarme como uno espera
alcanzar la mayoría de edad para hallar
libertad en ella; de alguna manera me
sentía incompleto y experimentaba un
desinterés general, pero sabía que me enamoraría,
lo que no sabía era que ocurriría de forma
inesperada y contra todo pronóstico,
tal como suceden los demás aspectos de la vida.
Fuiste mi prioridad durante el tiempo que
vivimos juntos, y aún mucho tiempo después
las mareas agitadas que dejaste arrastraron
mi corazón como un pecio ya muy alejado
del lugar donde sucedió el naufragio.
después de todo es lo que entendemos por experiencia,
aquellos acontecimientos que nos estigmatan,
como se estigmatan las reses en los ranchos.
No recuerdo ni un poco cómo me sentía
pero definitivamente era agradable,
quizás se parecía a tener todo el horizonte adentro
del pecho o a la idea que dan los pájaros de volar;
nunca llegué a explicármelo, ni a conocer el amor
como conozco el insomnio, solamente me
alegraba saber que al fin estaba cumpliendo con
mi mandato de poeta, escribiendo bastos poemas,
con el corazón henchido por una alegría viva,
parecía entenderme mejor en tu amor de
lo que lo hago ahora, aún con la disposición,
el esfuerzo extremado, las noches que han
pasado desde entonces, esperando volver a verte,
esperando que la vida vuelva a sonreírme con tu risa.
Me resulta inconcluso hablar de nosotros,
sobre todo porque ambos supimos olvidarnos
y dejarnos ir después de estar seguros que éramos
el uno para el otro, sólo por no aceptar nuestros errores.
sábado, 20 de marzo de 2010
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