sábado, 20 de marzo de 2010

S/T

Desprovisto de aquellos mantos memorables, a cuya sombra,
muy sobre sus copas, adormecidos y quietos, los sentires
cuelgan sus miradas; empañadas, ya exentas de impresiones
decisivas y dominio correspondiente, como el amante en el
andén que observa alejarse su última dicha, palpando en fuego
la distancia novísima que ésta tatúa al desaparecer del
alcance de un atardecer más rojo que la muerte misma.
El desasosiego sujeto al perchero que corresponde a las pasiones humanas, que al ser desguarnecidas solamente conducen
al mar, oh sí, el viejo mar, donde se vierte de todas las aguas
para conformar en similitud un lamento eterno y móvil.

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