Alguna vez estuve enamorado compañero locamente enamorado de una muchacha de ojos verdes. Nuestra juventud se asemejaba al vuelo gaviotas peregrinando por la costa y expelía dulce aroma de las flores de sacristía. Mi joven amada llamabase Filomena, tan graciosa y menuda como un pájaro se me presentaba, una frágil ninfa nacida en un país remoto postergado en la neblina. Los domingos por la noche la llevaba de paseo por el pueblo y en el mes de Abril le ponía una flor de lis en su cabello, siendo la mozuela más bella del poblado.
éramos inmensamente felices, nuestro joven idilio florecía bajo las miradas de los adultos y los niños. " Randal, amado, prométeme que siempre estarás conmigo" me dijo una noche oscura, yo besé su frente marmórea prometiéndole por mi vida que jamás me apartaría de su lado. Luego el tiempo se encargó de unirnos como la luna y el sol en un eclipse de total, bajo este clima de amor duradero se convirtió en mi amante. Desde aquella velada del alma nos fundimos el uno en el otro, tanto como un río en la mar.
El padre de Filomena era un cochero fornido que rondaba por las tabernas bebiendo a destajo y partiendole las mandíbulas a otros beodos; su madre una mujer robusta entrada en años acostumbrada como las otras mujeres del poblacho a la bestialidad del marido. La pequeña Filomena ayudando en los quehaceres ante los refunfuños de su madre, castigada por falsos rumores de las vecinas, a pesar de ello siempre tenía en los labios una sonrisa sincera, como si su contento se asentara en la menor manifestación de júbilo. Por mi parte mi padre era una zapatero bonachón que tenía por única diversión contar las historias de nuestra familia, yo lo odiaba secretamente por su triste papel que desempeñaba en la sociedad, siendo su hijo mayor no quería el mismo destino para mi, en vez de eso soñaba recorrer la tierra palmo a palmo tal como lo hacían los forasteros en las historias reales. Mis amigos compartían el mismo sueño, y habiendo comprado un viejo arcabuz en el contrabando, íbamos a cazar gansos en un lago en las afueras brindando por los buenos tiempos.
Una noche Filomena llegó bañada en lágrimas, diciendome estar esperando un niño de nuestro amor, yo siendo apenas un muchacho embustero le sugerí que nos escapáramos a otro país donde podamos empezar una nueva vida, ella aceptó con temor y en el fondo también yo temía.
Trabajé descargando barcos en el puerto para ahorrar el dinero necesario para emprender dicho viaje, arduamente, la preocupación me hacían más recio. Pero al cuarto mes y ante sus signos de languidecimiento su madre llamó al doctor, enterándose de nuestro secreto y sin que lo supiera la llevó consigo una comarca lejana.Desde entonces no supe más de mi bella amada, ni de aquel niño a quien no tuve oportunidad de conocer . Por eso amigo beodo estoy aquí sorbiendo el liquido constituyente de una botella, a ver si al despertar un día vuelve en el alba clara, mi inolvidable Filomena.
viernes, 17 de julio de 2009
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