miércoles, 1 de septiembre de 2010

Gestando una nueva poética
En mi paso ha crecido una pena y una lágrima cuelga de
mi propia lágrima, han pasado cuatro inviernos y no ha
llegado aquella tarjeta escrita por ingenuas ambiciones, un
mundo en la espera adquirió , contra su edad, a la nota
oscura, su entreabierta puerta. Dejó paso a la distancia,
el ansia se hizo cenizas, luego sal, pero al destino invadió
una enorme oscuridad. Entre mis muchas sombras se instaló
un miedo cierto al insomnio y a la canción melancólica,
mediante el cual caigo a través de pesadillas profundas
como ardientes. Venció a la espera, por fin, el disgusto,
contra sus frías consecuencias, ha invitado al incierto momento
en que se descubre el mundo en una desnudez contrita.
Por eso el incesto ha calcado una impresión profunda
contra la silueta indemne en donde quedó atado a
la añoranza, materia para los pesares y volátiles
caricias de la nada, manchando la conciencia en un
mensaje venido luego de recorrer el universo completo
para comprobar triste su entera vacuidad. He sido el desprevenido
asaltado por la experiencia por algún callejón en llamas.
Aquel acertijo, el cual esconde una vaguedad desolada
el que insinúa el desprovisto despojamiento al vacío.
Aprendí que un amor inocente es un avión de papel
volando hacia su fantasioso mundo, mas los cielos en ademán
de grandeza desatan fieros su encarnizada ira
Pobrecillo si cree en el destino hasta el último instante,
pobrecillo porque cae encharcado a la sucia derrota.
Me he hecho espejo de realidades perturbadoras,
tocando el silencio, la palpable nada confiesa sus residuos
creados por agrios inviernos y mezclados con el borde
menos grato formulado en la dimensión más cruenta.

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